“Este país nos enseñó a hacer arte en estado de emergencia; creamos como si estuviésemos sentados al borde de un barril de pólvora a punto de explotar. La Argentina goza de una fuerza descomunal, la cual está siendo puesta a prueba en este momento. Confío que va a aguantar. Tenemos que estar muy despiertos, filosos para lo que se venga de frente y solidarios con el que tenemos al lado. Hacemos con lo que tenemos y expresamos lo que vivimos. Va a ser duro, pero vamos a estar bien. Estamos bien entrenados para ello”, afirma Cachín Sélis.
El músico tucumano está de vuelta en la provincia, y esta vez incluye una presentación a público luego de años de silencio escénico local. Confiesa que lo que “nació como una visita, está evolucionando como ansias de un regreso”, como lo demostrará esta noche en CiTá Abasto de Cultural (La Madrid 1.457), cuando ofrezca desde las 21.30 “Concierto y ofrenda”,
“Estos meses que estuve entre Buenos Aires y Tucumán me bastaron para comprobar que el under nacional está bien, está fuerte. Y que, afortunadamente, hay todavía mucho por hacer. Tucumán tiene todo para picar en punta a nivel continental”, le dice a LA GACETA.
- ¿En qué va a consistir tu recital?
- Tocaré el musical el musical migrante que compuse y vengo haciendo en Madrid: nueve canciones y siete interludios poéticos que cuentan una historia completa cantada y recitada en primera persona, reformulado y adaptado especialmente para esta noche, todo bien intenso y crudo como me gusta. Como antesala, estrenaré el videoclip de la canción “Bombodécimas I”, perteneciente a mi último álbum solista “A puño y letra”. Es una realización audiovisual de Sebastián Monmany, utilizando fotografías analógicas de Ina Casanova.
- Bautizás esta presentación como una ofrenda, lo que implica ritual y tributo ¿a qué?
- Me siento como un explorador que se mete en el corazón de un bosque lejano y que regresa con una canasta de frutas, lista para ser ofrecida a su tierra y su gente. Hace cinco años que no piso suelo tucumano y nueve que vivo afuera. Fui atravesado por esta experiencia y necesito ponerla sobre un escenario; debo hacerlo como el que entiende que solo compartiendo la obra, ella se completa. Y con ella, la vivencia que le dio origen.
- ¿Qué implica volver a actuar en Tucumán?
- Siento en el cuerpo una fuerza y una intensidad que no sentía hace mucho, algo que solo me pasa aquí. En otros países, las sensaciones antes de tocar son diversas y muy ricas, pero en aquí en Tucumán, siento como si el espíritu de todos los conciertos que he dado alguna vez acá volvieran con una fuerza renovada y acumulada. Es difícil de explicar, pero me siento muy feliz de poder experimentarlo hoy.
- ¿Cómo estás desarrollando tu carrera y hacia dónde vas?
- Desde 2015 vengo centrado en trabajar con pequeños formatos (unipersonal, a lo sumo en dúo) y en la producción de obras con alta carga de investigación y experimentación sonora. Lo que viene es la preproducción de mi cuarto disco solista a partir de mayo, con retorno al formato banda y me dieron muchas ganas de volver a producir artísticamente a otros músicos. Pondré especial énfasis en eso.
- ¿Qué estás buscando y cómo es conseguirlo?
- Me transformé en un fundamentalista de la obra que calibra sus búsquedas según lo que la obra va pidiendo. Las Bombodécimas, por ejemplo: todo nació por la inquietud de aprender a escribir décimas espinelas. Cuando probé recitarlas en voz alta, descubrí que tienen un groove especial, entre payada, hip-hop y spoken-word, y que al agregarle un bombo legüero todo explota por los aires. Me sedujo ese minimalismo instrumental; me pedía envolverlo con un estilo de producción industrial y, hasta diría, noise. Esa inquietud me llevó a estudiar otras formas antiguas. Arranqué por el soneto (un monstruo inabarcable), seguí con los haikus (poética japonesa) y complementé con décimas y coplas. Cada canción de “A puño y letra” iba pidiendo lo que necesitaba. “No fue rescate fue soneto” se manifestó como una composición dramática a piano y voz que desemboca en un free-jazz con una melodía entre chamánica y ahogada en pena. Un delirio. El disco confirmó la búsqueda que lo impulsaba y supuso un giro a mi estética.
- ¿Qué es la décima espinela?
- Es una forma poética de 10 versos octosílabos. En la décima encontré un dispositivo perfecto para tratar temas que me resultaban complejos y difíciles, propios de una vida expatriada, tales como el terror a la muerte de personas amadas, la soledad y el avance de la edad estando lejos. “¿Si a mis viejos los entierran/ y no pude despedirme?”, dice una canción. “No es lo mismo decadencia/ que un inevitable ocaso”, escribí en otra. El formato canción me resultaba demasiado solemne para tratar éstos temas. Con la décima me permití escarbar en rincones que antes no me animaba.
- ¿La distancia aporta serenidad o inquietud, o ambas alternativamente?
- Es curioso; más que serenidad, lo que siento allá es una especie de no-necesidad de responder por los orígenes, lo que de alguna manera genera un alivio que se asemeja a la serenidad. Una especie de foja cero constante alimentada por el ir y venir de las personas en una ciudad tan cosmopolita como Madrid. A la vez, la lejanía diluye algunos puntos de apoyo y de referencia que resultan fundamentales, sobre todo cuando soplan fuerte los vientos. La carencia de estructura identitaria es jodida.
- ¿Qué te interesa contar en tus canciones hoy?
- Lo que esté observando al momento de escribirlas. Observación cruda y directa. El mundo está explotado; también es hermoso. En mi próximo disco quiero relatarlo desde mi prisma personal y sin tanta introspección emocional. Me empalagué un poco de eso. “A puño y letra” me dejó hecho pelota.